
Sin lugar a dudas, el uso continuo de pesticidas para combatir las plagas domésticas, especialmente las chinches, no es benigno para nuestra salud, la de nuestros hijos, la de nuestros amigos de cuatro patas ni para el medio ambiente. Un ejemplo impactante de esto fue el uso de DDT contra las chinches, pero otras sustancias tampoco son inocuas.
La hormiga faraón (Monomorium pharaonis) ha colonizado la región europea durante casi dos siglos. En todo el continente, solo se encuentra en edificios con calefacción durante todo el año.
Las colonias que no tienen acceso a temperaturas adecuadas (>18 °C) perecen. No pueden criar obreras para reemplazar a las que mueren de vejez. Las obreras tienen una vida excepcionalmente corta para las hormigas, con una duración máxima de hasta 90 días.
Este tipo de hormiga muestra una clara separación espacial con respecto al entorno natural. Las colonias que se escapan sobreviven por poco tiempo y solo en la temporada cálida. La interacción con el entorno natural es, por lo tanto, un fenómeno insignificante desde el punto de vista ecológico.
Además, los estudios científicos sobre el impacto de esta especie en las poblaciones de insectos y otras hormigas en las áreas subtropicales y tropicales, donde la hormiga vive en estado salvaje, no han demostrado un impacto negativo significativo después de su introducción. La presencia de Monomorium pharaonis durante un período tan largo en Europa no ha mostrado ningún impacto ambiental negativo. Además, la introducción en el entorno natural es imposible debido a la sensibilidad de este insecto a las bajas temperaturas, lo que elimina por completo esa posibilidad.
En Polonia y Europa, no existe un potencial de invasión en el entorno natural para esta especie.
Este análisis muestra que la hormiga faraón no se considera una especie invasora en el entorno natural de Europa.